miércoles, 10 de marzo de 2010

El tiempo me jugó una mala pasada…

Por lo general lo solemos decir cuando el mal tiempo nos impide realizar un plan. Como si el tiempo fuese el que arruina todo. Pero esta vez tengo que decir todo lo contrario, no tenía ningún plan y el mal tiempo me jugó una buena pasada.

El tiempo o el clima esta ahí, es naturaleza, es libre. Lo tomamos poco en cuenta cuando nos da pequeños avisos. Somos vanidosos, somos poco agradecidos, intentamos hacer nuestro arbitrio sin pensar en lo que nos rodea.

Ufff… que frio….y eso que es invierno…..Ufff…que calor… y eso que es verano… Cuantas veces lo dijimos? Solo fue un latiguillo para poder sacar conversación? Bueno, para eso de sacar conversación no hay como los taxistas de Argentina.

Me molesta mucho el calor, sudar en verano. Claro que peor es sudar en invierno, pero si, me molesta, la camiseta es lo último para quitarme y no me voy a sentir más fresco por eso.

Me gusta el invierno, y este invierno se me esta tornando largo, cansino, lluvioso, molesto. Mi abuelo diría que la vejez no viene sola, y si… me molesto mas ahora, me fastidio más, cambio de humor rápidamente, me torno más gruñón, y ella dirá que eso ya lo era.

Esta vez, y muy cerca de terminar, me a regalado una alegría, un disfrute. Solo tiene cinco letras, “nieve”. O seis, “nevada”. Mmmmmm….que delicia…una nevada perfecta, y a eso le tengo que sumar el agradecimiento al inconsciente de mi sobrino que aporto el viaje en su coche.

Por la mañana me sorprendió un agua nieve, era como sentir ese fuego interior del jugador nato que siente que esa va a ser su gran jugada, la que le salvara el día. Pero todo siguió igual, lluvia y agua nieve. Al mediodía, no parecía que viniese un cambio. Claro…estamos pegados al mar Mediterráneo. Por la tarde, luego de comer, unas plumas de hielo comenzaron el vals frente a mi ventana. No…no tendré suerte…como siempre, me quedare con las ganas.

Me equivoque, esos copos como plumas de almohada, fueron más, más cantidad. El ralentí de los copos de nieve me dieron un vuelco en el estomago. La euforia se apodero de mí. Mi sobrino me avisa, por el Messenger, que vendría a buscarme para ir con el coche más cerca de la montaña y poder usar un deslizador-trineo. La demora en venir me pone ansioso.

Esa candidez de los niños del jardín saliendo al patio a hacer muñecos, y tirar pelotas a los demás que veía siempre en los telediarios, me estaba pasando a mi.

Ni bien me recogió con el coche y salimos de Mataró, la nevada era mas intensa. Pero todavía estábamos cerca del mar. Obviamente del otro lado de la montaña…estaría fantásticamente peor. Con las manos nerviosas no sabia que hacer, si poner la cámara para sacar fotos o filmar. Me decidí por las dos opciones, alternativamente claro. Llegando al túnel Parpers la nevada iba a peor. Que fantástico!

Dentro del túnel las luces rojas de los coches avisaban de que debíamos ir reduciendo la marcha y esperar que arranquen nuevamente. La demora comenzaba, adelantábamos a paso de hombre, por ser optimista. Unos 45 minutos después veíamos la luz del túnel. Y salimos de el, pero paso mucho tiempo para poder movernos apenas unos metros. Ya los arboles estaban totalmente blancos y todo lo que estuviese por debajo.

Apenas asomaban los colores de las señales verticales. Cientos de coches demorados, sin saber como seguiría todo. La nieve se comenzaba a congelar en el asfalto. Una salida inmediata, nos salva de seguir parados. Nadie quería ir por ese camino. Las horas fueron pasando, la luz mermando y no veíamos la posibilidad de regresar, solo veíamos coches con las cadenas que se desplazaban sigilosamente para poder hacer el camino inverso al nuestro.

Todo termino muy tarde, eran las 9 de la noche y por la carretera había cantidad de autos abandonados a su suerte, otros con sus propietarios dentro. Ya hacia más frio, mis calcetines estaban húmedos. La cámara de fotos con poca batería. Ramas de arboles que había que esquivar sobre el asfalto congelado. Ya comenzaba a sentirme como Sir Ernest Shackleton en su viaje a la isla San Pedro.

Yo solo quería ver algo de nieve, no tanta como la que cayó. Tampoco quise que la gente la pasase tan mal. Tampoco creo que Dios escuchara a un agnóstico amante de la nieve e hiciera sufrir a tanta gente. No, seguramente no fue así. Y menos para que pasase momentos de angustia ,al no saber cuando podría regresar a casa, a mi sillón junto al ordenador, a poder cenar con la calefacción encendida y el cómodo chándal negro.

Que frio que esta haciendo, el invierno se alargara más.

Si, ya lo se, mi abuelo y ella tenían razón.

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