viernes, 5 de marzo de 2010

Recuerdos




Desde que abrimos los ojos por primera vez, vemos nuestro entorno, miramos donde podemos.
Seguramente lo que primero reconocemos, no es lo que miramos, sino el latido y la cadencia de la respiración que durante 9 meses fuimos acompañando, en mi caso, solo 8.
Con el devenir del tiempo dejaremos de mirar de frente, nuestro cuerpo comenzara a tener la fuerza suficiente para girarnos, para sostener nuestros brazos erguidos cuando estamos boca abajo.
Así comienza nuestro descubrimiento del mundo que nos rodea. Viajando en nuestro cochecito pasamos un buen rato mirando el cielo, árboles, nubes. Registraremos sonidos que nos quedaran en la memoria.
Al caminar ya nos adentramos en la guerra diaria, “no se toca”, “no, no y no”.
Con los primeros autitos que desarmas, descubres que los ejes entran perfectamente en esos agujeritos, que se parecen a las narices de "los tres cerditos". Después de la descarga que recibes, te das cuenta que no hace falta ver algo para que este ahí.
Yo me siento afortunado, recibí muchas descargas en las distintas incursiones por lo prohibido y puedo contarlas. Dirán que soy exagerado, pero no, soy de la época en que no había disyuntores, ni enchufes a prueba de niños, ni juguetes atóxicos y sin partes pequeñas o peligrosas para menores de 36 meses.
La vista, el tacto y el olfato estaban ahí. Todo era nuevo para mi, pero con el tiempo me daría cuenta que habría un olor a viejo, a húmedo, a moho que me fascinaría.
Esos momentos de libertad, de poder investigar sin mis carceleros, serian algo que no podre olvidar, como tampoco esas cajas forradas de tela y con un lazo rosa donde estaban esos papeles con imágenes lejanas.
Con los años...uno vuelve a las andadas, hacemos las mismas cosas pero para recordar. Para recordar los olores, hacer esas regresiones con los ojos abiertos y con nuestra mente puesta a jugar con nuestros recuerdos. Y volvemos a tocar esas fotos con bordes rectos y otros que no, transportándonos a las modas de la época en que las recortaban como puntillas.
En esos momentos no lo hacia a escondidas, y con un plus para mis recuerdos, recibía una cantidad de información de quién era quien en esas fotos sin color y desvaídas.

El tiempo a pasado, las fotos siguen con ese olor particular, pero en otras cajas nuevas que reemplazan a las desvencijadas. Pero mi memoria no es suficiente. Los relatos se agolpan en mi mente pero mas confusos, ya no consigo recordar quienes eran todos, ni tampoco que me unían a ellos.
Ahora se me torna imposible preguntar sobre las viejas historias de familia. Los que me las contaban ya usaron su ultimo billete de regreso en el viaje por el tiempo. Esas historias quedan dentro de mí. Seguramente mi hijo, cuando abra esas cajas, dirá que apestan a viejo.
Pero algún día le podre contar quien es quien. Claro que primero tendré que recordarlo yo.
Lo mejor será comenzar a rebuscar en la historia de cada foto, en cada rincón de mis recuerdos. Y si es posible tratar de hacer un diario de viaje de cada unos de los que reconozco. Saber donde comenzaron a viajar. Y eso es lo que intentare hacer.
Esas personas serán la base de la pirámide de mi vida, de las cuales herede una parte de cada escalón. Cada piedra de cada escalón que rellene, será una satisfacción...será un destino mas de mi viaje por el tiempo.


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