domingo, 7 de marzo de 2010

Tejiendo un futuro

Cuando uno viaja, no siempre lo hace por placer.

La selección del destino tampoco es siempre por gusto propio, ni tampoco ajeno. A veces el revulsivo para ese viaje, es la necesidad de salir huyendo de un lugar.

De acortar el espacio que hay entre el problema y su solución. Claro que en ese momento uno no esta con todas las luces para hacer muchas lucubraciones.

Un día, sucede, nuestra mente encontra la solución, o mejor dicho, la única que se nos ocurrió distinta a ir a vivir por las calles, sin derrotero.

Colgamos de nuestro hombro los petates, caminamos lentamente, meditabundos, nos acercamos a la orilla, oteamos el horizonte y no vemos nube alguna. La pequeña brisa nos alegra, pero aunque no es fría, nos hace asomar unas lágrimas que quedan colgadas, quizás la emoción, quizás el dolor.

Echamos al fondo de nuestra barca todo e izamos velas rumbo al nuevo destino. En el camino el tiempo cambia y nos sacude un viento de babor a estribor y viceversa y llegamos escorados. Igualmente tomamos fuerza y bajamos en nuestra nueva morada, esa nueva morada es ya conocida, y somos reconocidos y recibidos con un abrazo.

El corralito a todos nos obligo a tener que realizar un cambio, y yo no me escape de eso. Después de muchos años de vivir en Buenos Aires, volví a mi Rosario natal. Claro, no volví a un lugar lejano en el tiempo, volvía a una ciudad donde vivían partes, trocitos de mí. Mi hijo y mi madre.

La noria de la vida comenzaba a girar nuevamente, pero en otro lugar. Mas pequeño, mas acogedor, mas…de mi. Me encontré con viejos amigos, y no tan viejos también. Y el futuro va tomando forma, se va modelando a medida que caminas inexorablemente. Por lo que sea o por puro azar, entré casi sin querer, en el nuevo continente virgen del tejido artesanal. Bueno, virgen para mí, o mejor dicho, yo era virgen en ese tema.

El tener que hacer a mi madre un artilugio para tejer, me llevo a conocer las vertientes en ese nuevo territorio, que se transformarían en un rio y desembocaría en un mar. Al principio fue lento, casi lo ignoro, pero no fue así. Me interne lentamente y fui avanzando, al día de hoy sigo avanzando aunque de otras maneras.

El tejido artesanal en telar o bastidor es, increíblemente, una fuente inagotable de sucesos maravillosos para quien lo hace. Te puedes adentrar en esta labor sintiendo el crecimiento de tu obra y también el poder usarla, ver que los demás también agradecen el poder sentirla. Es como lo que siento con la madera, mi gran pasión. La siento con los dedos, deslizándolos y captando esa maravilla de la naturaleza transformada en algo útil. Donde uno le da forma y la trastoca para un perdurar en el tiempo y gozo, aunque sea pequeño, pero un gozo de algo bien hecho.

2 comentarios:

  1. Está buenísimo el blog, me agrego como seguidora.
    Saludos desde Bariloche!

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  2. nuestra querida y amadisima rosario,,,aunque la vida no lleve hacia otras veredas,,igual la seguiremos añorando,,yo x mi parte no parti lejos ahisito nomas como quien dice y hacia una historia feliz,,,me gusto como relataste tu vuelta la terruño y como x ciertas circustancias llegaste al hermoso oficio de artesano del hilado,,,pero no te pillo desprevenido x que ya estaba en tu ser,,nada mas que con la madera,,y curiosamente como ese primer talento le tomo la mano al otro y supieron congeniar,,,me voy x un rato,,y luego sigo con otra historia,,,han acaparado mi atencion y con mucho agrado,,,

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