miércoles, 24 de marzo de 2010

La primavera...


El desasosiego que nos provoca un largo invierno, el añorar las luces largas del verano, nos invita a pensar en la primavera, en su arribo a tiempo, en el poder ver el derrame de color por el campo.
No es que el invierno sea ingrato y triste. Sino que después de un tiempo queremos tener lo que no hay, lo que vendrá con el tiempo que no podremos adelantar. En el agobio del verano buscamos el relax del fresco del mar vacacional, los ríos cristalinos de montaña. Ese murmullo nos llevara a cerrar los ojos y a esperar que el bochorno estival nos deje entrar en los ocres otoñales.

Las lluvias del otoño nos harán soñar con el deslizarnos sobre la blanca nieve, y el frío invernal nos hará pedir una primavera cálida. Nunca nos conformaremos. Claro, las estaciones cambian y nosotros buscamos detener el tiempo, para que no se nos escurra entre los dedos, los maravillosos sentimientos de placer de nuestro gusto climático.

El saber que dentro de nueve meses comienza lo que termina, no nos tranquiliza. En la primavera veremos los frutos de haber plantado en invierno las semillas correctas para vestir la nueva temporada de jardines o balcones. Esos conjuntos de colores los miraremos con el placer del disfrute de haber hecho un buen trabajo.

Cargaremos las baterías de nuestra cámara de fotos y buscaremos el ángulo correcto que inmortalice el placer que nos da, y que otros puedan sentir lo mismo. Cuando llegamos a la conclusión que necesitamos ocupar nuestro tiempo libre o hacérnoslo para tejer esa bufanda, gorro o manta que nos aparece cuando cavilamos, se nos presenta el dilema de los colores de hilado que usaremos.

Buscamos restos de ovillos y los juntamos, imaginamos su textura, los ponemos en distintos fondos, a la luz del sol, asomándonos por la ventana. Un buen recurso y ejercicio para encontrar lo que buscamos, es mirar esas fotos coloridas de nuestro jardín o paisaje vacacional. Entornamos los ojos y desenfocamos la imagen para poder ver esos colores fundidos entre si. Claro que con una computadora y un editor de fotos digitales podremos también hacerlo.
O algo mas sencillo, como mirar con nuestra cámara desenfocando el paisaje que se nos presenta, a sabiendas que nos ayudara a crear esa fascinante combinación única, que nos dará una prenda que llevaremos por mucho tiempo, y que nos endulzara los recuerdos en nuestro viaje de la mente a ese paisaje congelado en nuestra cámara.

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